LA HIEDRA


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Es planta delicada la dulce verde hiedra
que se arrastra solemne en la antiguas ruinas.
De lo que engulle escoge, por su mejor banquete,
—me supongo—, su celda por solitaria y fría.
La pared se derrumba, la piedra se deshace
satisfecha su hambre, su delicado antojo
es el polvo enmohecido que los años deshoja:
es su alegre sustento, su comida feliz.



Se arrastra sigilosa donde no existe vida,
es una rara planta la verde antigua hiedra.

Y se eleva instantánea aunque no tiene alas
sólo late en su cuerpo un firme corazón.
Cómo se adhiere, enrosca, aferrada a la tensa
inabarcable rama, del negro enorme roble.
Y astuta se desliza, suavemente en el suelo
y sus hojas semejan leves, amables olas.
Alegremente abraza y rastrera rodea
el rico moho fúnebre en la tumba de un muerto.

Se arrastra sigilosa donde la muerte es triste,
es una rara planta la verde hiedra antigua .

Edades han huido y sus obras decaen
y naciones enteras, dispersadas se alejan;
sin embargo, la hiedra no se marchita, es fuerte
su salud es robusta y su verde abundante.
Vieja y valiente planta en tus días solitarios
te alimenta el pasado y a la memoria nutres:
Por más alto e imponente, un edificio se alce
aunque sea el alimento de la hiedra voraz.

Se arrastra sigilosa donde el tiempo se acaba,
es una rara planta la antigua hiedra verde.

Charles Dickens